martes, 13 de agosto de 2013

Viajando

Entrada totalmente dedicada a la belleza de @Yar1ta. La justicia tarda, pero llega. Y esta entrada, es más tuya que mía.



La verdad es que viajar por las carreteras venezolanas, usando el transporte público y todo lo que conlleva, es un lujo. Un lujo que muchos no apreciamos porque perdemos la paciencia, pero un lujo al fín. A fin de cuentas, ¿En qué otra parte del mundo uno se encuentra autobuses kinkies, choferes alcoholizados y/o despechados, vallenatos a toda mecha mientras los choferes se creen meteoro, cobradores a mitad de camino que tienen la pinta de muchachos honrados malandros, vendedores de cachapas que entran al autobus y demás cosas afines? En ese aspecto, los venezolanos somos terriblemente afortunados. Al menos, yo, que he viajado por varias partes del mundo, no he visto un autobus interurbano rotulado hasta las metras con el nombre Jackeline y por la ventana de atrás un Yomo Maferefun Eleggua, más allá que en Venezuela.

Esta historia es la de un 27 de julio cualquiera, que no existiría de no ser porque una persona llamada @Yar1ta, me convenció de que nos vieramos en su Maracay del alma, en vez de venir ella a Caracas. Y pues bueno, al día anterior yo me había hecho a la idea de acostarme temprano y de tratar de salir lo más temprano posible de casa, a fin de llegar rápido (Maracay está a 113 km al suroeste de Caracas, pero por el tráfico en la Autopista Regional del Centro, lo que debería ser una hora de viaje a 120 km/h, siempre se convierte en 2 o incluso 3 horas de viaje). Primer strike, me desperté muy somnoliento a tomar agua a las 5:45 am y me escribe Yari por whatsapp 

-Migue, no sé, pero está lloviendo full.

Yo vacilé si contestar o no, pero me había comprometido de estar ese día en Maracay. Pamplinas, relámpagos, centellas, que lloviera dificultaba las cosas y si a algo le temo es a ese monumento a la muerte llamado "La Bajada de Tazón", sí, esa pendiente en la que usualmente ocurren espantosos accidentes a la entrada de Caracas. En ese momento pensé muy seriamente en irme por los Teques, saliendo de Caracas por la Carretera Panamericana, pero me dormí un rato. Sinceramente amo dormir cuando la lluvia cae, y en el caso caraqueño, era una debil pero agradable llovizna. Desperté casi a las 8 y pensé por un momento si ir o no dado el pavimento mojado, pero a la final, opté por ir. Pensaba en salir de casa a las 7 de la mañana, pero nada, terminé saliendo a las 9:15 am, estaba retrasado y no quería inventar dada la hora, irme por Los Teques implicaba 1 hora en metro y no iba a aguantar tanto. Así que fuí lo más rápido que pude al Terminal de La Bandera. Llegué y ví el despelote que implica viajar a Cagua, La Victoria, Maracay, Valencia, San Felipe, Guacara, Villa de Cura y San Juan de los Morros. En esos casos no hay autobuses que salgan a una hora determinada, sino autobuses que salen en cuanto estén llenos hasta los Teque-Teques, o haciendolo más entendible para una persona que no sea venezolana; hasta el tope. Busqué la comodidad primermundista de un autobus con aire acondicionado, pero su costo era exponencialmente alto, de manera que por módicos 40 Bs, me monté en un horno con ruedas, un autobus bastante singular, pintado en un color crema de base, pero con rayas en colores chillones; aguamarina, ladrillo, blanco metalizado... Entrando al autobus caes en cuenta de que el sentido de estético de los dueños de autobuses en Venezuela es algo kistch, asientos en púrpura fosforecente. Pamplinas, relámpagos, centellas. Mis ojos lloraban sangre y ni siquiera había salido de Caracas aun. Creo que ese fue el preludio perfecto para saber que ese viaje sería terriblemente, único.

El autobus sale a tomar la ARC, y como cosa rara, no puso música, es extraño porque un chofer apenas puede te pone a conocer sus selectos gustos musicales: El Binomio de Oro, Maelo Ruíz, Natusha, Miguel Molly, Tito Rojas y demás ídolos de los choferes venezolanos, luego de que un par de imbéciles que estaban detrás pidieran a gritos la basura auditiva, la buena música, el Chofer sacó un CD y lo puso mientras el peluche cobraba el dinero del viaje. No fue cuando menos una experiencia única, mientras el autobus comenzaba a subir a Tazón, sonaba una canción de Tisuby y Georgina: Ruleta del Amor. Pamplinas, relámpagos, centellas, recordé los jodidos tiempos en los que canciones así estaban de moda. Venevisión pasaba atómico en las tardes, Una bolsita de chucherías costaba 0.35 Bs actuales y una Pepsi 0.25 Bs. Maldita sea, caí en cuenta en un autobus que iba a la velocidad que podía ir de lo jodido que estaba, de lo viejo que estoy :(. El estado del autobus fue lo que me hizo pensar en otra cosa, aceleraba a 60 km/h para luego frenar a 40. Cosa cuando menos rara, pero, que no me sorprende al viajar por Venezuela. Llegando a Maitana, el chofer resolvió por llenar el tanque de Diesel con gente adentro. Por más que en toda gasolinera hay avisos que prohiben el uso de celulares dentro de estaciones de servicio, el colector no dejaba de mandar pines con su BlackBerry. Mágico.

Despues de eso el autobus andaba ligeramente bien, hasta que paramos en Paracotos, Miranda. La madre del chofer se ha montado en el autobus para llevarle comidita a su hijo querido. No mames, esto solo pasa en Venezuela. El autobus seguía en su normalidad y montando y bajando gente en donde quisiera. Toda una locura, pensé que era un autobus directo a Maracay, no un autobus charter que podía parar en cualquier parte, me empecé a desesperar un poco, para colmo de males, era un autobus sin aire acondicionado, el calor de la autopista se sentía fuerte cada vez que el chofer se detenía en el arcén.

Despues de 2 horas y media que se me hicieron eternas, llegué al centro de Maracay. Maracay me recibió con cola antes de entrar al Avión, para variar, pero bueno. Llegué sin avisar al Mc Donald's del Terminal, en donde me esperaba @Yar1ta.

No está de más decir que de vuelta, si opté por un autobus más rápido, con aire acondicionado, sin música, y menos kinky.

Y los dejo. Esto es todo por hoy.